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miércoles, 25 junio 2025

Cumbre con sabor a derrota para Sánchez

EspañaCumbre con sabor a derrota para Sánchez

Pedro Sánchez vuelve a dejar a España en evidencia ante la OTAN con su negativa a elevar el gasto militar

La cumbre de la OTAN que se celebra esta semana en La Haya ha comenzado con una tensión sin precedentes para España. El presidente Pedro Sánchez ha llegado a la cita internacional rodeado de críticas, con una postura que muchos de los aliados consideran insostenible y que vuelve a colocar a nuestro país como un socio incómodo y poco fiable. Todo ello, por su obstinada negativa a aumentar el gasto en defensa hasta el 5% del PIB, el nuevo objetivo que, bajo el impulso del presidente estadounidense Donald Trump, han acordado asumir todos los países europeos salvo España y unos pocos rezagados.

España, el “problema” de la OTAN según Trump

La expresión no ha podido ser más clara: “España es un problema cuando se habla del gasto de la OTAN”. Así lo ha calificado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en declaraciones a bordo del Air Force One camino de La Haya. Su tono no fue el de un comentario pasajero sino el de una advertencia firme y calculada. Según Trump, España ha sido “históricamente conocida por pagar poco”, insinuando que durante años nuestro país se ha beneficiado de la protección de la Alianza sin aportar el compromiso económico que sí asumen otras naciones.

Pedro Sánchez no solo llega a esta cumbre debilitado por la percepción exterior de incumplimiento. También carga con la imposibilidad política interna de hacer algo distinto. Su Gobierno en minoría se sostiene sobre partidos abiertamente antimilitaristas, algunos de los cuales han expresado públicamente su deseo de retirar a España de la OTAN o de cancelar cualquier ayuda militar a Ucrania. En ese contexto, incluir en los próximos presupuestos generales del Estado una partida que eleve el gasto militar hasta el 5 % del PIB es, sencillamente, inviable. No tiene los votos, ni la voluntad de buscarlos, ni tampoco el valor de afrontar la contradicción entre el pacifismo de salón de sus socios y las obligaciones estratégicas de un país europeo serio.

La OTAN endurece su postura: España queda en evidencia

Mientras tanto, la OTAN no espera. El nuevo compromiso firmado por casi todos los Estados miembros fija una hoja de ruta clara: alcanzar el 5 % del PIB en inversión en seguridad y defensa antes de 2035. El secretario general, Mark Rutte, ha intentado contemporizar, reconociendo que España ha participado activamente en misiones internacionales y que ha aceptado ciertos objetivos, pero sus declaraciones tienen un regusto amargo. España se ha comprometido con un gasto “inferior al 5 %” —un 3,5 % en defensa estricta y un 1,5 % adicional en áreas como ciberseguridad—, pero ese matiz es percibido por muchos aliados como una triquiñuela para salvar la cara sin cumplir el fondo del acuerdo.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha aprovechado la cumbre para exigir a los miembros europeos que dediquen al menos el 0,25 % del PIB a la ayuda militar directa a su país. En sus palabras, ese esfuerzo no es solo una cuestión de solidaridad, sino de autoprotección: “La agresión rusa contra Ucrania es una amenaza para todos ustedes”. Y es precisamente en ese contexto donde España vuelve a quedar mal parada. Aunque formalmente apoya la causa ucraniana, su resistencia a reforzar el gasto defensivo lanza un mensaje ambiguo, incluso cobarde, que debilita su posición moral y estratégica en el seno de la OTAN.

Países como Polonia, Estonia y Letonia —todos con fronteras cercanas o históricamente amenazadas por Rusia— lideran el ranking de inversión militar. Polonia ya destina el 4,12 % de su PIB a defensa, Estonia el 3,43 % y Letonia el 3,15 %. Lejos de quejarse por los sacrificios que implica esta inversión, lo consideran una medida de pura supervivencia. ¿Qué sentido tiene formar parte de una alianza militar si no se está dispuesto a defenderse a uno mismo y a los aliados? Esta es la pregunta que flota en el ambiente de la cumbre y que deja a España en una posición incómoda, como ese invitado que disfruta del banquete sin pagar la cuenta.

Repercusiones diplomáticas: la sombra de la irrelevancia

Pedro Sánchez, por su parte, ha intentado defender su postura apelando a la asimetría económica entre países y a las diferencias de coste en la adquisición de material militar. Ha dicho que “no alcanzar el 5 % no implica no estar comprometido” y ha recordado que países como Bélgica, Italia o incluso Reino Unido tampoco están todavía en condiciones de asumir ese gasto. Pero ese argumento se tambalea. Italia al menos ha fijado 2035 como meta, Reino Unido prevé el 2,6 % para 2027 y Bélgica ha sido sincera al admitir que no llegará ni al 3,5 % a medio plazo. Sánchez, en cambio, ni se compromete con una cifra clara ni ofrece una hoja de ruta convincente. Su postura mezcla vaguedades técnicas con retórica complaciente, lo que a ojos de los aliados equivale a una falta de seriedad.

En este contexto, la imagen de España se resiente profundamente. No solo ante Estados Unidos, que ya ha dejado claro que mide la lealtad de sus socios en cifras y no en palabras, sino también ante el resto de miembros que sí hacen esfuerzos reales por adaptar sus ejércitos al nuevo entorno geoestratégico. El problema no es el porcentaje, sino la credibilidad y la credibilidad se construye con compromisos reales, sostenidos en el tiempo, no con declaraciones vacías que suenan a marketing institucional. Parece que en Europa todavía no han entendido la clase de sinvergüenza con la que se sientan a la mesa.

Un presidente sin aliados, ni dentro ni fuera

Pedro Sánchez ha conseguido, una vez más, lo que parecía imposible: unir en su contra a los dos grandes polos de presión en la OTAN. Por un lado, Estados Unidos, con su estilo directo y utilitarista, lo considera un socio poco fiable. Por otro, los países del Este y del Norte de Europa, con su cultura de disciplina estratégica y compromiso real, lo ven como un ejemplo de lo que no debe ser un miembro de la Alianza. Y dentro de su propio Gobierno, los partidos que lo sostienen en el poder prefieren aplaudir desde la barrera antes que asumir los costes reales de la seguridad colectiva. Un presidente que no puede liderar ni dentro ni fuera y que no hace más que confirmar, con cada cumbre internacional, que su debilidad parlamentaria se traduce en irrelevancia internacional.

El presidente español llega a la cumbre más importante de la OTAN en décadas sin margen de maniobra, sin apoyo interno y sin la determinación necesaria para revertir la imagen de España como socio gorrón. Su negativa a alinearse con los compromisos reales en materia de defensa lo condena a ocupar una posición marginal en las decisiones más estratégicas del futuro de Europa. Y lo que es peor: deja a España sola, aislada y desprestigiada en un momento en que la historia exige liderazgo, no calculadora electoral.

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4 COMENTARIOS

  1. Es indignante lo que está pasando con España bajo el desgobierno de Pedro Sánchez. No solo es incapaz de cumplir con nuestras obligaciones internacionales más básicas, como el compromiso con la OTAN, sino que además nos arrastra al ridículo más absoluto en cada cumbre donde se toman decisiones serias. Mientras países como Polonia o Estonia hacen esfuerzos titánicos por reforzar su defensa, aquí seguimos atados a una coalición de radicales antimilitaristas que viven en un mundo de fantasía.

    Sánchez ha convertido a España en un país irrelevante, sin peso ni credibilidad, siempre a rebufo de lo que digan otros, sin capacidad para liderar nada. Está desmantelando nuestras Fuerzas Armadas, debilitando nuestra posición en Europa y sometiendo nuestra política exterior a intereses puramente ideológicos. Lo único que sabe hacer es prometer, maquillar cifras y sobrevivir a base de pactos vergonzosos que hipotecan nuestro futuro.

    La necesidad de una Europa con una defensa independiente es real y aquí seguimos discutiendo si gastar en defensa es ético o no, como si los tanques se pararan con pancartas. La dejadez de este presidente no es solo una falta de responsabilidad, es una traición a la seguridad de todos los españoles. Esto no es solo incompetencia, es una degradación sistemática de nuestro prestigio, de nuestra soberanía y de nuestra dignidad como nación.

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