Los números hablan mejor que cualquier tertulia: el PP gana con claridad pero no logra la mayoría absoluta que buscaba y el gran beneficiado del adelanto electoral termina siendo Vox.
En el recuento final del 21 de diciembre de 2025 el PP se queda en 29 escaños con el 43,18% y 228.300 votos. El PSOE cae a 18 escaños con el 25,72% y 136.017 votos. Vox sube a 11 escaños con el 16,9% y 89.360 votos. Unidas por Extremadura (Podemos-IU-AV) se coloca en 7 escaños con el 10,25% y 54.189 votos.
La Asamblea tiene 65 escaños y la mayoría absoluta está en 33. Con 29 el PP necesita apoyos sí o sí y eso convierte a Vox en una pieza imprescindible para cualquier investidura que no pase por un bloqueo insufrible.
Si comparo con 2023 la foto es todavía más reveladora: el PP solo suma un diputado más respecto a los 28 de entonces mientras que el PSOE pierde diez de golpe. Vox pasa de 5 a 11 y Unidas por Extremadura pasa de 4 a 7. El PP convocó buscando manos libres y se ha encontrado con un Parlamento donde su socio potencial crece más que él.
Aquí está para mí el primer fracaso estratégico del PP: su apuesta por ese extremo centro de “gestión sin ideología” sirve para ensanchar la base en algunos sitios pero en una región históricamente de izquierdas no te garantiza la remontada épica. Ganas porque el rival se cae pero si solo subes un escaño tras adelantar elecciones es difícil venderlo como un plan maestro.
Además el PP paga el precio de presentarse como “casi lo mismo pero mejor administrado”. Cuando el votante percibe que el PP se parece demasiado al PSOE en mensajes blanditos o en marketing de perfil bajo muchos optan por irse a quien ofrece un discurso más nítido y más duro. Vox vive de eso: de ser la alternativa sin complejos cuando el PP intenta caer bien a todo el mundo.
Y de hecho Vox vuelve a demostrar que su mayor activo muchas veces es el propio PP. Si el PP convoca elecciones para librarse de depender de Vox y Vox sale duplicando su representación la conclusión es obvia: cada vez que el PP juega a tensar la cuerda termina reforzando a su competidor por la derecha.
En cuanto al PSOE el batacazo no sale de la nada. El “sanchismo” no es solo una etiqueta: es una manera de hacer política que genera un desgaste acumulado y que convierte cualquier elección autonómica en un plebiscito nacional. En Extremadura ese plebiscito les ha salido fatal y el partido se queda por primera vez por debajo de 20 diputados. Se hunde el suelo electoral de un bastión histórico.
A eso se le suma un factor que en campaña pesa como una losa: el candidato socialista Miguel Ángel Gallardo llega con un proceso judicial encima y con juicio señalado para el 28 de mayo de 2026 por el caso relacionado con la plaza del hermano de Pedro Sánchez en la Diputación de Badajoz según la información publicada estos días. En política puedes sobrevivir a muchas cosas pero es difícil pedir movilización cuando tu cabeza de cartel está en modo banquillo antes incluso de que empiece la legislatura.
Dicho esto también conviene no caer en la caricatura fácil. Con un PSOE que pierde alrededor de 15 puntos y diez escaños el 25,72% que obtiene no es “desaparecer”. Es una base relevante que seguirá condicionando el tablero. Otra cosa es que sea una base más urbana y más dependiente de la maquinaria tradicional del partido. La abstención y el trasvase se han cebado con ellos.
Unidas por Extremadura sube con fuerza y aquí hay una lectura interesante: el desplome socialista no va íntegro a la derecha. Una parte se queda en casa pero otra parte busca refugio en una opción que puede presentarse como “izquierda sin Pedro Sánchez”. Pasar del 6% al 10,25% y de 4 a 7 escaños es una subida seria.
En términos de agenda Vox capitaliza temas que en el mundo rural se viven con más angustia: inseguridad percibida, presión sobre servicios, inmigración irregular y también el hartazgo con políticas verdes que se traducen en trabas, costes y burocracia para ganaderos y agricultores. Puedes estar de acuerdo o no con su diagnóstico pero lo cierto es que su campaña ha ido directa a esos puntos y el resultado lo valida: son los que más crecen en escaños dentro del bloque de la derecha.
La participación también deja pistas: 62,73% con un descenso de 9,7 puntos respecto al dato que muestra el propio panel de resultados de Onda Cero. Cuando la participación baja suele ganar quien tiene un electorado más disciplinado o más enfadado. Yo diría que aquí han coincidido las dos cosas: desmovilización de una izquierda cansada y movilización de una derecha que ve “cambio posible”. Menos voto blando, se podría decir.
Ahora viene lo delicado: negociar. El PP puede intentar vender un gobierno en solitario con apoyos puntuales pero la aritmética es testaruda. Con Vox suma 40 y supera de sobra la mayoría absoluta. Sin Vox el PP solo puede aspirar a acuerdos muy difíciles con una izquierda que viene tocada pero que no va a regalar investiduras gratis si cree que puede desgastar a Guardiola. Vox tiene la llave y lo sabe.
Mi impresión es que el PP va a intentar repetir la fórmula de “pacto técnico” con pocas cesiones visibles pero Vox va a pedir visibilidad y medidas concretas porque tengo la sensación de que el tiempo en el que regalaban incondicionalmente su apoyo al PP ya ha pasado. Y aquí está la trampa del adelanto: Guardiola adelantó para no depender de Vox pero el resultado obliga a depender de Vox con más escaños que antes. La apuesta de María Guardiola ha fracasado.
En clave nacional la continuidad de Sánchez es gasolina para sus rivales. No lo digo por gusto sino por puro cálculo electoral: cada vez que se acumulan escándalos o controversias en el entorno del Gobierno la derecha recibe un empujón adicional sin necesidad de hacer virguerías. La prensa internacional ya ha retratado estas elecciones como un test con impacto estatal en un clima de desgaste para el PSOE. Pedro Sánchez es una bendición para la oposición.
Y esto no se va a quedar en Mérida. Si el PSOE sigue instalado en la defensa cerrada de Sánchez y en la lógica de “todos contra nosotros” es probable que veamos dinámicas parecidas en Aragón, Castilla y León y Andalucía cuando lleguen sus citas: un PP que gana pero no arrasa y un Vox que muerde espacio si el PP insiste en parecer “moderado de plató” en lugar de “gobernante con convicciones”, es realmente un ciclo político nuevo.
A tener en cuenta: el PP tiene una oportunidad real de consolidarse en Extremadura pero solo si entiende que gobernar no es solo gestionar sino priorizar. Si el mensaje es “somos los mismos pero con mejor currículum” una parte del electorado se va a ir a opciones con discurso más claro. Si el mensaje es “orden, servicios públicos que funcionen y campo sin asfixia” el PP puede absorber parte del voto que hoy se ha ido a Vox.
Mi pronóstico, sin embargo, es pesimista: María Guardiola, siguiendo las líneas marcadas por Feijoo, no va a pactar con Vox y aguantará en minoría, constantemente bloqueada en el parlamento regional, los dos años que quedan hasta las elecciones de 2027.








