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martes, 30 abril 2024

Mewing, la última tontá

Ocio y culturaMewing, la última tontá

No salgo de mi asombro. Será porque tengo una capacidad muy grande de asombrarme de lo que me enseña la vida, pero esto del mewing ha vuelto a dejarme patidifuso.

Si estás pensando en probar el “mewing”, ese curioso ritual que parece sacado de una parodia moderna de pseudociencia, te recomiendo que reconsideres tus prioridades de belleza. Aunque no se puede negar el atractivo de promesas como una mandíbula definida, dientes perfectamente alineados y la desaparición de esa molesta papada, permíteme advertirte: estás apostando a un caballo que ni siquiera ha sido invitado a la carrera.

Para darse cuenta de que estamos ante una moda pasajera coma lo primero que hay que ver es que han elegido una palabra en inglés que suena mucho más chulo porque si te dicen haz ejercicios musculares buco faciales no vas a enganchar a nadie mientras que lo del mewing suena a fashion total.

El mewing, convertido en una especie de ritual de paso para los entusiastas de remedios de belleza virales en redes sociales, fue popularizado por Mike Mew, hijo del ortodoncista John Mew. A pesar de su encanto casi mágico y sus promesas seductoras antes y después que circulan en Instagram, el mewing dista mucho de ser una panacea comprobada. En realidad, se trata de una práctica que apuesta más por el espejismo de la autocorrección facial que por resultados auténticos y avalados científicamente.

La idea básica del mewing es que al presionar la lengua contra el paladar y adoptar ciertas posturas orales, uno puede remodelar estructuralmente el rostro. Suena atractivo, ¿verdad? Sin embargo, este concepto desafía los principios básicos de la anatomía y la ortodoncia que conocemos hoy.

Mike Mew y su fascinante técnica se toparon con un muro de escepticismo y finalmente, el rechazo de la comunidad ortodóntica no se hizo esperar. En 2019, fue expulsado de la Sociedad Británica de Ortodoncia por promover prácticas que no estaban respaldadas por pruebas científicas, un indicativo de lo controvertido que es este método.

Mientras tanto, el mewing sigue siendo alabado por sus seguidores más fieles, que defienden su utilidad con un fervor que roza lo religioso. Esta devoción ha llevado a que más y más personas prueben la técnica, esperanzadas por lograr cambios faciales que, francamente, son muy poco probables. Es interesante observar cómo una teoría con tan escaso respaldo científico ha ganado tal popularidad. ¿Será acaso una muestra de nuestro eterno deseo por soluciones rápidas y fáciles a problemas complejos?

Lo que resulta particularmente irónico es que, a pesar de la falta de evidencia y las advertencias de los profesionales, el mewing se ha incrustado en la cultura popular como una opción viable para la mejora estética. Este fenómeno no es solo un testimonio de la influencia de las redes sociales, sino también de la tendencia humana a preferir soluciones estéticas rápidas y sencillas a pesar de la falta de respaldo científico. Es un claro reflejo de cómo el deseo de resultados instantáneos puede eclipsar el juicio racional y la búsqueda de evidencia.

Esta predilección por lo inmediato y visualmente impactante hace que prácticas como el mewing se conviertan en fenómenos virales. La gente tiende a confiar más en las experiencias compartidas en redes sociales por influencers que en estudios rigurosos y consejos de profesionales. Esto no solo expone a las personas a potenciales daños, sino que también propaga información errónea, que se acepta como verdadera simplemente porque es popular o porque la figura que la promueve tiene muchos seguidores.

Además, este tipo de prácticas emergen y se popularizan sin un control o regulación adecuada, lo que plantea un riesgo significativo. No se trata solo de los posibles efectos negativos a largo plazo en la salud bucodental y facial, sino también del impacto psicológico de perseguir un ideal de belleza inalcanzable, que puede generar frustración y afectar la autoestima de quienes no ven los resultados prometidos.

En lugar de caer en la trampa de las promesas sin fundamento del mewing, sería más beneficioso para los individuos buscar asesoramiento y tratamientos de profesionales calificados. Los ortodoncistas y cirujanos maxilofaciales, por ejemplo, pueden ofrecer alternativas seguras y efectivas basadas en la evidencia científica y la práctica clínica, que realmente pueden mejorar la estética facial y la salud dental.

Por lo tanto, mientras que el mewing puede ser visto como un testimonio fascinante de la era digital y su capacidad para influir y alterar percepciones, también sirve como un recordatorio crítico de la necesidad de mantener un enfoque equilibrado y bien informado sobre la salud y la belleza. En última instancia, el respaldo científico y la práctica ética deben prevalecer sobre los caprichos virales y las modas pasajeras.

Al final, el mewing es un ejemplo perfecto de cómo las redes sociales pueden tanto informar como desinformar. A medida que continuamos navegando en la vasta red de información que proporcionan, hagamoslo con cautela, discernimiento y un compromiso renovado con la veracidad y la integridad científica. No dejemos que la búsqueda de la belleza ideal nos desvíe del camino de la salud y el bienestar auténticos.

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