La sala Explora, la que el Parque de las Ciencias tiene para que los niños trasteen está casi vacía.
La boa constrictor, que a mí me da repelús sólo con mirarla, está quieta como si se acabara de comer un ratoncillo de los que le dan de vez en cuando.
Es todo un poco depresivo.
En la puerta una monitora cuchichea sonoramente con un técnico de mantenimiento porque, asegura, no han cobrado la última nómina y las cosas sólo tienen pinta de empeorar. Eso, siendo asalariado tiene que ser estresante.
Uno, como toda su vida ha sido autónomo, está curado de espantos. Es como cuando llevas veinte años conduciendo y te paras en un semáforo en cuesta arriba detrás de un coche con la L. 🙂