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sábado, 27 julio 2024

Rusia acabará siendo un satélite de China

MundoRusia acabará siendo un satélite de China

Ayer vi el vídeo que te pongo a continuación en el que en el canal Crónicas de la estepa rusa de Juanjo Prego explican cómo Vladimir Putin ha fracasado en su último viaje a China porque la posición rusa ahora es extremadamente débil. La invasión de Ucrania ha dejado a Rusia aislada de la comunidad internacional y apenas pueden apoyarse en un pequeño ramillete de países para sobrevivir. Los chinos lo saben y les van a exprimir hasta el último rublo porque, además, los chinos sólo están interesados en los mercados de Europa y Estados Unidos, sin cuyas importaciones la economía asiática colapsaría, y puede prescindir perfectamente del incómodo vecino ruso en cuanto le sea necesario.

Desde que empezó la guerra en Ucrania, la dinámica de poder entre Rusia y China ha experimentado un cambio significativo. Rusia, históricamente una potencia global con un considerable grado de autonomía en sus decisiones geopolíticas, se encuentra ahora cada vez más dependiente de su vecino oriental. Esta dependencia no es una mera consecuencia de circunstancias pasajeras, sino que apunta a un futuro donde Rusia podría convertirse en un país satélite de China.

La invasión de Ucrania por parte de Rusia en 2022 desató una serie de sanciones por parte de Occidente, dirigidas a debilitar su economía y aislarla del sistema financiero global. Estas sanciones, aunque han tenido efectos limitados en el corto plazo debido a las reservas acumuladas por el Kremlin, han forzado a Moscú a buscar alternativas para mantener su economía en funcionamiento. En este contexto, China ha emergido como el principal socio estratégico y económico de Rusia.

El comercio entre ambos países ha aumentado considerablemente, especialmente en sectores como la energía. China, necesitada de recursos energéticos para sostener su crecimiento económico, ha encontrado en Rusia un proveedor dispuesto y necesitado. Los acuerdos energéticos, que incluyen la compra de gas y petróleo a precios reducidos, benefician claramente a China y le otorgan una influencia significativa sobre la economía rusa.

Además del comercio de energía, las inversiones chinas en infraestructura en Rusia han crecido. Proyectos conjuntos en la Ruta Marítima del Norte, por ejemplo, están diseñados para beneficiar principalmente a China, asegurando rutas comerciales más rápidas y seguras para sus exportaciones. Esta relación, aunque presentada como mutuamente beneficiosa, muestra una asimetría creciente donde Rusia proporciona recursos y China capital y tecnología. Además, si se analiza la balanza comercial entre ambos países, China vende productos manufacturados, con mucho más valor añadido que las materias primas vendidas por Rusia. Todo a favor de China.

El ámbito militar tampoco escapa a esta dinámica. Aunque Rusia mantiene una de las fuerzas armadas más numerosas del mundo, éstas han sido casi reducidas a cenizas en Ucrania y sólo las armas nucleares mantienen su status de potencia militar y la dependencia de la tecnología china en ciertos aspectos se ha incrementado. Los ejercicios militares conjuntos y la compra de equipos militares chinos señalan un cambio en la balanza de poder, con China consolidando su posición como una superpotencia militar y tecnológica. Es más, sin el suministro de componentes electrónicos chinos, Rusia no podría montar armas modernas porque carece de la tecnología necesaria para fabricar chips.

La política exterior de Rusia también refleja esta creciente dependencia. En foros internacionales, Moscú ha adoptado posiciones alineadas con Pekín, apoyando sus iniciativas y recibiendo a cambio un respaldo diplomático en su conflicto con Occidente. Esta alianza, aunque táctica, revela un patrón de subordinación estratégica que se profundiza con el tiempo.

La cultura y la sociedad rusa también están experimentando una influencia china cada vez mayor. La inversión china en medios de comunicación y la promoción de intercambios culturales están diseñadas para fortalecer lazos y suavizar la percepción pública de esta dependencia. El aumento del número de estudiantes rusos en universidades chinas y la enseñanza del mandarín en Rusia son indicativos de un cambio más profundo y duradero en las relaciones entre ambos países.

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