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miércoles, 9 octubre 2024

Unity rectifica

Ciencia y tecnologíaUnity rectifica

Unity, el motor gráfico más popular del mundo para la creación de videojuegos, reconoce que las últimas decisiones inspiradas por su CEO John Riccitiello han sido cuando menos difíciles y reconoce su error a la vez que anuncia que va a modificar la nueva política de tarifas que debería entrar en vigor el uno de enero de 2024.

John Riccitiello ya había demostrado que su orientación profesional es la búsqueda del beneficio de su empresa sin miramientos y que el mundo del videojuego le sigue pareciendo un entretenimiento de chiquillos a los que hay que exprimir sin compasión. Así lo hizo cuando dirigía EA games y así lo está intentando hacer en Unity.

Os hemos escuchado. Pedimos disculpas por la confusión y la inquietud que causó la política de tarifas del runtime que anunciamos el martes. Estamos escuchando, hablando con los miembros de nuestro equipo, la comunidad, los clientes y los socios, y realizaremos cambios en la política. Compartiremos una actualización en un par de días. Gracias por vuestros comentarios sinceros y críticos.

Se ve que, además de percibir la rabia que ha generado en la comunidad de desarrolladores su nueva política de tarifas, o más bien la actitud con la que se ha presentado, han echado cuentas de nuevo y parece que ahora ya no le salen los números si pierden la base de desarrolladores pequeños que, siendo el 80% de los clientes, solo aportan el 20% de los ingresos pero son hoy todos los clientes que serán grandes mañana.

¿Pero que es todo esto jaleo de Unity?

Lo que ha ocurrido en la última semana es sencillo de explicar. Hasta ahora Unity era el motor gráfico, la plataforma de desarrollo de videojuegos, más utilizada por los desarrolladores porque tenía dos características principales. Por un lado era gratuito para quienes solo aprendían a desarrollar o publicaban juegos gratuitos y de pequeño alcance pero que tenían acceso a un montón de herramientas profesionales y a unos enormes catálogos de assets (contenidos prefabricados) que les permitían crear juegos con relativamente poco esfuerzo. En segundo lugar, al ser gratuito y tener esa base tan amplia de de usuarios, Unity tenía una enorme comunidad que generaba continuamente tutoriales y cursos de todo tipo, contenidos gratuitos y no era difícil encontrar a alguien dispuesto a echarte una mano con algún problemilla en el desarrollo de los videojuegos.

Una vez que se superaba ese nivel de desarrollador amateur, Unity tenía unas tarifas progresivas que permitían a los estudios pequeños convertirse en profesionales sin tener que hipotecar la casa de sus padres y estaba basado en el número de licencias que se compraban para el desarrollo, de manera que un estudio mediano pagando unas cuantas licencias profesionales podía desarrollar un juego. El tipo de licencia iba en función de las ventas del videojuego, de manera que si las ventas superaban los cien mil dólares, había que comprar una licencia Pro. Estamos hablando de mil novecientos euros anuales, algo necesariamente asumible para casi todos los estudios de videojuegos con ese nivel de ventas.

Lo que ha ocurrido esta semana ha sido que de buenas a primeras Unity ha anunciado un cambio de tarifas por el que a partir de ahora en vez de pagar licencias por usar la suite de desarrollo, se tendrán que pagar licencias según el número de juegos instalados, pero esto trae varios problemas. Primero porque va a ser la propia Unity la que va a contar las instalaciones y en román paladino eso se llama poner la zorra a cuidar de las gallinas; los desarrolladores no se pueden quedar a expensas de que una mega compañía les diga que han hecho cien mil o quinientas mil instalaciones sin que ellos hayan recibido los ingresos correspondientes (ya ni hablamos del caso en el que una empresa rival encargue a una granja de trolls china cientos de miles de instalaciones para perjudicar a su competencia). En segundo lugar las tarifas de Unity se volvían sorprendentemente caras con lo que a los pequeños estudios, de repente, ya no le salían las cuentas.

Para empeorar las cosas este cambio de política tenía efectos retroactivos, cosa que es difícilmente justificable desde el punto legal. De este modo cualquier juego que se instalara a partir de uno de enero de 2024 iba a estar sujeto al nuevo esquema de tarifas aunque si hubiese desarrollado con una versión anterior de la plataforma Unity, que tenía unos términos y condiciones distintos. Seguramente los abogados de Disney o de Nintendo, que también tienen algún juego desarrollado con Unity, le habrán puesto los puntos sobre las íes al equipo legal de Unity y eso les habrá ayudado en este cambio de rumbo.

Comentando este tema el otro día con mis hijos, que los dos saben un poco de eso del desarrollo de vídeo juegos, y les decía “Imaginaos la cara de esos tres amigos, que después de cinco años desarrollando el vídeojuego, han conseguido llegar a 100.000 € de ventas y se han dado de alta en autónomos y se han pedido una hipoteca, cuando ahora les llegue una factura de Unity de 60.000 € y descubran que un tio de Pensilvania les ha arruinado la vida”.
Hay mucha gente muy, pero que muy jodida con este tema.

¿Y qué va a pasar a partir de ahora?

Todavía está por ver en qué va a consistir el cambio que ha anunciado John Riccitiello pero para los pequeños estudios de desarrollo de videojuegos la confianza ya está rota. La mayoría de ellos no tendrán más remedio que esperar a ver porque ya tienen juegos en el mercado y tendrán que calcular si les compensa seguir con Unity o cerrar los juegos y si en el futuro van a seguir con el mismo motor gráfico o cambiarán a alguno de los otros disponibles.

Toca esperar y ver.

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