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jueves, 26 junio 2025

Beneficios de mentirijilla

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Los resultados de Mahou y la gran mentira económica: beneficios inflados en una España con inflación estructural

No deja de tener gracia –o tragedia, según cómo se mire– que Mahou San Miguel haya cerrado el año 2024 con un beneficio neto de 114,8 millones de euros, un 5,9% más que el año anterior, mientras vendía 300.000 hectolitros menos de cerveza. ¿Milagro de la gestión empresarial? ¿Genialidad en las estrategias de diversificación? Qué va. La respuesta, desagradable como un botellín caliente en agosto, es que esos números empresariales ya no significan nada en España, porque están completamente adulterados por una inflación estructural desbocada, provocada por un gasto público fuera de control.

Una empresa que vende menos y gana más: la paradoja sólo se sostiene en un país con cifras infladas

Veamos los datos. Mahou vendió un 2% menos de cerveza que en 2023. El total de ventas en volumen cayó un 1,4% y ni el crecimiento tímido del 0,8% en el negocio del agua (gracias a Solán de Cabras) pudo compensar la tendencia. A pesar de eso, no solo aumentó su facturación un 0,8%, sino que además batió su récord histórico: 1.933,5 millones de euros. Y por si fuera poco, el Ebitda subió un 5,8% y por primera vez superó los 300 millones de euros.

La pregunta que cualquier persona con dos dedos de frente debería hacerse es: ¿cómo es posible que una empresa que vende menos, gane más? Y la respuesta es sencilla: porque todo sube, pero no porque se venda más, ni porque se consuma más, sino porque el precio de absolutamente todo está disparado, inflado artificialmente por una economía que se sostiene en papel mojado y dinero público despilfarrado.

Los números de Mahou reflejan lo mismo que los de Mercadona, Inditex o Iberdrola: beneficios hinchados por un Gobierno que imprime billetes como si no hubiera mañana

España vive una burbuja inflacionaria estructural que no responde a la clásica espiral de salarios y precios, sino a una cosa bastante más cutre: el gasto descontrolado del Estado. Un gasto que no se traduce en productividad, ni en inversión real, sino en sueldos para funcionarios improductivos, paguitas clientelares, subvenciones sin control, contratos públicos hinchados y, cómo no, corrupción institucionalizada.

En este contexto, ¿qué significa que una empresa gane más dinero? Pues simplemente que sus precios han subido y que los márgenes se han inflado, pero no por haber ganado más cuota de mercado, ni por haber producido más eficientemente, sino por una trampa económica en la que todos los precios están distorsionados. Mahou sube precios, igual que suben el pan, el gas, la luz o una caña en el bar. Y como los sueldos no acompañan, la gente compra menos. Por eso se venden menos hectolitros, pero aún así, la caja cuadra… por ahora.

El consumidor reduce el consumo, pero paga más: esa es la nueva economía de la miseria camuflada

El caso de Mahou es paradigmático. Como cada vez se consume menos cerveza (especialmente entre los jóvenes, que ya están más cerca del agua con gas que del botellón), la empresa diversifica su negocio hacia el agua y las bebidas «sin». No porque se beban más, sino porque permiten mantener el precio alto y aparentar crecimiento. Se finge una expansión, cuando en realidad se está retrocediendo en volumen. De hecho, en total se han vendido 20,7 millones de hectolitros, casi 300.000 menos que el año anterior. Pero como el litro se vende más caro, la caja da alegría… falsa alegría.

Y esto no es un fenómeno exclusivo del sector cervecero. En todo el tejido empresarial español los beneficios aumentan sobre un sustrato podrido, como un edificio antiguo con pintura nueva. Y la pintura, en este caso, es una economía adicta al gasto público improductivo. No se invierte en crear industria, ni en recuperar tejido empresarial perdido, ni en impulsar la productividad real. Se invierte en mantener una red de clientelas: miles de asesores, observatorios absurdos, políticas de género sin resultado alguno, secretarías de inclusión, traductores simultáneos en el Congreso, televisión pública sobredimensionada, ministerios con competencias inventadas y una lista interminable de gastos que no aportan absolutamente nada al PIB real.

¿Quién paga esta inflación silenciosa? Tú, yo y todos los que vamos al bar

Si Mahou gana más mientras vende menos, es porque el precio de una caña ha subido en todas partes. Y no solo porque la empresa quiera ganar más, que también, sino porque sus costes también han subido: el cartón, el aluminio, la logística, el transporte, los salarios, los impuestos. Todo eso repercute en el precio final y ese precio final lo pagamos nosotros. Los consumidores estamos pagando el sobrecoste de una economía intervenida que ha abandonado la eficiencia y la responsabilidad fiscal.

Lo dijo el propio director general de Mahou San Miguel, Alberto Rodríguez-Toquero: los aranceles, el coste del cartón, la subida de los materiales y las inversiones se han disparado. Pero no por factores globales únicamente, sino porque España no tiene escudo frente a esas presiones externas, ya que lo mucho que se recauda (y hasta asfixia a muchas empresas) se tira por la ventana. Y entonces ocurre lo inevitable: los costes suben, los precios suben y el consumo cae. Pero como todo el mundo sube precios, los márgenes se mantienen… por ahora.

Una burbuja que no estallará con una explosión, sino con un suspiro

El caso Mahou es como una postal de la España de 2025: una economía que aparenta estar sana porque los números se escriben en euros, pero que en realidad está podrida en su base. Se factura más, sí, pero no porque se venda más, ni porque seamos más ricos, sino porque todo cuesta más, incluyendo los impuestos, las tasas, los suministros y los sueldos públicos. Y por supuesto, también la cerveza.

A modo de ejemplo, la cerveza Polar vendió en Venezuela el año pasado aproximadamente 23.000 millones, doce veces más que Mahou, lo cual suena espectacular hasta que te aclaran que es en bolívares, y eso equivale a 120 veces menos, es decir que Polar sólo vendió 180 millones de euros, once veces menos que Mahou. Y por ese camino nos está llevando la Banda de los Puticlubs.

Eso sí, cuando estalle la burbuja, no esperes fuegos artificiales. No habrá grandes titulares ni catástrofes visibles. Será algo más sutil: el bar que cierra sin hacer ruido, la fábrica que no repone contratos, el joven que se va porque aquí no hay quien viva con dignidad. Y Mahou, como todas, seguirá presentando beneficios. Pero ya no sabremos qué significa eso. Porque cuando todo está inflado, nada es real. Ni siquiera una caña.

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