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jueves, 2 octubre 2025

Chus Mateo, nuevo seleccionador nacional de baloncesto

DeportesChus Mateo, nuevo seleccionador nacional de baloncesto

Chus Mateo, un seleccionador para reconstruir desde las cenizas y devolver identidad competitiva a la selección

Chus Mateo llega al banquillo de España con el traje de técnico de consenso, con una presentación fijada por la Federación para el martes a las 12:00 en el Museo de la FEB y con un mandato claro que combina urgencia y horizonte, porque su estreno llegará en las Ventanas FIBA de noviembre y su hoja de ruta debe apuntar sin rodeos al Mundial de 2027 y al EuroBasket de 2029 que se celebrará en casa.

El nombramiento se produce tras un proceso en el que la Federación barajó candidatos de peso como Pablo Laso, Xavi Pascual y Jaume Ponsarnau, aunque todos fueron descartados por razones de encaje, disponibilidad o contratos vigentes y en ese contexto el perfil conciliador de Mateo y su condición de agente libre inclinaron la balanza.

El técnico madrileño, que dejó el Real Madrid en julio tras tres temporadas en el cargo, aterriza en la selección con un currículum reciente inapelable, con seis títulos en ese ciclo y una Euroliga conquistada en 2023, además de un reconocimiento internacional como Entrenador del Año en 2023-24, credenciales que avalan su capacidad para gestionar vestuarios de élite y competir bajo máxima presión.

Su designación completa un curioso cruce de caminos con Sergio Scariolo, porque el italiano ha asumido el banquillo blanco y ha dejado el timón de ‘La Familia’ y esa transición exige tacto para preservar lo que funciona y depurar lo que chirría, evitando bandazos estéticos que puedan desorientar a una generación en plena renovación.

Mateo no llega a un territorio desconocido, ya que formó parte del staff del equipo nacional a las órdenes de Scariolo en 2009 y ese conocimiento del ecosistema federativo —con sus códigos, sus jerarquías y sus tiempos— suma puntos cuando toca navegar unas ventanas con rotaciones, jugadores a caballo entre NBA y Euroliga y la necesidad de sostener una idea común.

El primer gran hito del calendario será el arranque de la clasificación mundialista, que transcurrirá entre noviembre de 2025 y marzo de 2027 en seis ventanas, con 420 partidos a escala global y con Qatar como sede del torneo que ya tiene la logística en marcha, un calendario exigente que obliga a planificar plantillas en modo puzzle.

A medio plazo, la meta emocional y deportiva será el EuroBasket 2029, un torneo coorganizado por Estonia, Grecia, Eslovenia y España, con Madrid designada para acoger la fase final, un premio y a la vez un condicionante, porque la afición no aceptará un papel discreto cuando el escenario es tu propia casa.

La apuesta federativa por un técnico de tono bajo y discurso de vestuario parece lógica en una fase donde hay que coser antes que hablar, porque España viene de un campeonato europeo para el olvido y el nuevo seleccionador debe devolver hábitos, certezas y rigor competitivo, más que titulares ampulosos o promesas de estilo sin sustento.

Mateo hereda una base que combina veteranos que se resisten a entregar el testigo con una camada emergente que ha brillado por momentos, aunque sin continuidad y su reto consiste en casar ritmos, proteger roles y construir una rotación reconocible que llegue con automatismos a los picos del ciclo, con especial cuidado en la defensa colectiva y el rebote.

La gestión del talento exterior, donde España ha perdido colmillo en generación y tiro tras la retirada de leyendas y la definición de un juego interior que sea sólido sin depender de un único perfil, aparecen como tareas prioritarias, porque sin un esqueleto claro el equipo se descompone en cada partido importante.

Su método —según describen sus anteriores plantillas— apuesta por normas sencillas, lecturas desde el bloqueo directo y una defensa que no concede segundas oportunidades, pilares que encajan con lo que la selección necesita para sobrevivir en las ventanas y competir en torneos largos, donde los automatismos y la disciplina valen tanto como la inspiración puntual.

La fortaleza de Mateo ha sido, históricamente, gestionar el ruido y ganar en la pizarra de los detalles, con ajustes durante los partidos y rotaciones que premian al que aporta y esa cultura del mérito puede ser el revulsivo silencioso que España reclama tras dos veranos de desconcierto, porque la química de grupo es la primera defensa cuando la excelencia individual escasea.

De la resaca a la reconstrucción: anatomía del descalabro y prioridades del nuevo ciclo

España cerró el EuroBasket 2025 con una sensación amarga que trasciende la eliminación, porque no solo cayó ante Grecia en un partido marcado por apagones competitivos, sino que lo hizo al final de una fase de grupos errática que expuso carencias mentales y tácticas difíciles de disimular.

El torneo dejó a España fuera del cuadro esperado y, según varios balances, firmando el peor EuroBasket de su historia, una etiqueta dura que explica el tono de urgencia con el que se recibe este nuevo ciclo, ya que no se trató de una derrota puntual sino de un patrón que ha ido repitiéndose en momentos de máxima exigencia.

El ranking FIBA posterior al torneo reflejó el golpe anímico y competitivo, con España perdiendo posiciones mientras Alemania, campeona de Europa y del mundo, consolidaba un proyecto que no vive de milagros sino de continuidad, profundidad de rotación y liderazgo coral, un espejo incómodo que obliga a mirarse sin excusas.

Si analizamos lo ocurrido con lupa táctica, observamos que España padeció rachas ofensivas de sequía cuando el primer plan se atascaba, con circulación previsible y poco tiro liberado desde las esquinas, mientras en defensa faltó sincronía en las ayudas y se concedieron demasiados rebotes largos, una combinación letal ante rivales físicos y ordenados.

El banquillo sufrió para modular el pulso emocional y cambió piezas sin alterar inercias y cada arreón parecía un fogonazo más emocional que estructural, lo que hacía imposible sostener ventajas o remontadas, porque sin un sistema de referencias y reglas claras todo queda a merced del acierto del día y eso condena a cualquier equipo.

La ausencia de un cierre fiable bajo presión se convirtió en un fantasma que rondó cada final apretado, porque no hubo un foco que ordenara las posesiones clave con paciencia, sin precipitar tiros de media eficacia y ese déficit de jerarquía se corrige más en los entrenamientos y en la definición de roles que en el mercado, que en selecciones no existe.

Con ese diagnóstico sobre la mesa, la primera misión de Chus Mateo será construir una columna vertebral estable que sobreviva a las ventanas y llegue a los torneos con memoria automática y eso exige tomar decisiones valientes sobre veteranos, elevar la exigencia a los jóvenes y blindar un quinteto de seguridad que marque el idioma del equipo.

El calendario favorece la planificación si se aprovecha bien, porque no habrá torneo absoluto de verano en 2026, lo que abre un espacio precioso para instalar sistemas, ensayar parejas de perímetro y pulir una defensa que vuelva a ser marca de la casa y esas semanas pueden valer más que cualquier convocatoria si se trabaja con obsesión por el detalle.

Las Ventanas hacia el Mundial serán el laboratorio real, con seis pasos entre noviembre de 2025 y marzo de 2027, una carrera que demanda una “lista ampliada” de jugadores comprometidos con el plan, porque habrá que ganar sin las estrellas en algunos tramos y mantener el nivel competitivo sin dramatizar, priorizando el aprendizaje colectivo y la identidad.

Pensando en Qatar 2027, el objetivo mínimo es recuperar el respeto competitivo que abre el cuadro y evita cruces imposibles y para eso España debe volver a ser una defensa fiable que controle el rebote, que no regale tiros libres por rotaciones tardías y que imponga un ritmo de partido a medida de sus virtudes, una receta clásica que no caduca.

El plan 2029 exige otra capa de ambición, porque España será anfitriona junto a Estonia, Grecia y Eslovenia, con Madrid como sede de la fase final y esa condición obliga a competir por medallas con un equipo que, para entonces, debe haber asentado una rotación de diez jugadores con roles definidos y una química innegociable.

La planificación del camino a 2029 debe contemplar la sucesión natural en el liderazgo, identificando ya a los capitanes del futuro, estableciendo una cultura de selección que no dependa de quién venga de la NBA cada verano y alineando a clubes y Federación para que los jóvenes lleguen al combinado con fundamentos y hábitos compatibles con el plan.

En esa hoja de ruta conviene medir la carga de trabajo, cuidar la continuidad del staff y blindar un lenguaje táctico común que no se modifique con cada ventana, porque la estabilidad conceptual permite que jugadores que se incorporan tarde entiendan rápido qué se espera de ellos y sin ese idioma común volveremos a ser un equipo intermitente.

El reto no será únicamente deportivo, porque el seleccionador deberá gestionar expectativas y proteger a los suyos del ruido, aprendiendo de modelos como el alemán, que ha sostenido su crecimiento sobre continuidad, roles y decisiones impopulares a tiempo y ahí la fortaleza de carácter de Mateo y su habilidad para apagar incendios pueden marcar diferencias.

Sería imprudente prometer medallas a corto plazo, pero sería derrotista renunciar a competir por ellas y la clave será encontrar el equilibrio entre meritocracia y paciencia, entre premiar al que está mejor y mantener un armazón que no se rompa con cada racha mala y ese es, probablemente, el terreno donde el nuevo seleccionador se mueve mejor.

España necesita recuperar el orgullo de la defensa, la fiabilidad del rebote y el colmillo del tiro abierto y sobre ese trípode construir un ataque que no dependa de una sola estrella ni de una sola jugada y para eso se requiere tiempo de pista, sesiones con propósito y una jerarquía que se gane y se mantenga en la pista.

El camino arranca ya, con una lista para noviembre que pondrá pistas sobre la identidad que Mateo desea y con una idea tan simple como ambiciosa, que España vuelva a ser un equipo reconocible que gane por estructura y pierda pocas veces por desconexiones, para llegar viva al Mundial de 2027 y presentarse al EuroBasket de 2029, en Madrid, con credenciales.

La selección sale de un verano doloroso y necesita menos discursos y más hábitos y quizá por eso la elección de un entrenador sobrio y resolutivo, con experiencia reciente en títulos y oficio para gestionar el día a día, sea la mejor noticia entre tanta duda, porque reconstruir desde las cenizas requiere menos retórica y más trabajo silencioso y Chus Mateo parece hecho para eso.

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